El coronavirus, un organismo vivo, submicroscópico, despreciable, ha puesto en jaque a la humanidad y la ha obligado a refugiarse en sus casas de habitación, para conservar su vida y no ser victima de una devastadora mortandad de proporciones inimaginables.
En nuestro país, como en cientos de países del mundo, el gobierno nacional con todo su equipo ministerial, ha decretado normas de prevención sanitaria para proteger del contagio altamente mortal a los ciudadanos, las cuales han cambiado significativamente los hábitos de vida de las personas, su interacción social en todos los escenarios del transcurrir diario en familia, colegios, universidades, trabajo e incluso movilidad, habiendo determinado además de unas normas de higiene y protección personal, que el sitio más seguro para evitar el contagio sea el permanecer en casa.
Esto quiere decir en estas circunstancias históricas de pandemia, que el sitio más seguro para un ser humano es su casa.
- Casa, lugar de refugio, de protección, de seguridad.
- Casa, sitio donde habita una familia.
- Familia un concepto considerado como sagrado.
- Familia esa célula que entreteje conjuntos residenciales, barrios, ciudades, países, continentes. Ese núcleo formado por personas consanguíneas; tan seguro, que aún un delincuente cuando es perseguido por las autoridades, corre a refugiarse en su seno porque allí se va a sentir seguro, protegido.
Así que en estos tiempos de cuarentena en donde es obligatorio por nuestra propia seguridad, acudir al refugio llamado casa. Pero es inconcebible, ilógico, incoherente, reprobable, que sea el escenario para agredir física o emocionalmente, los seres que estamos llamados y obligados a proteger.
Lamentablemente esas acciones irracionales se están cometiendo con inusitada frecuencia en esos lugares de refugio destinados a albergar y proteger lo más importante para el ser humano, después de Dios en la tierra: La Familia.
¿Por qué se desperdicia miserablemente esa oportunidad de compartir, de intimar, disfrutar, con esos seres amados, con esa compañera (o) que escogimos para recorrer juntos el camino de la vida? ¿con esos hijos fruto de una relación de amor, para enseñarles valores, darles el cariño, el amor, que talvez en otra oportunidad no habíamos tenido?
Estas incoherencias me impulsaron a iniciar una serie de reflexiones, enseñanzas y vivencias que quiero compartir diariamente con quienes puedan escucharme por las redes sociales, con el propósito de contribuir al rescate y fortalecimiento de valores familiares que se han perdido o se han invertido bajo la excusa del avance cultural, de tiempos modernos, pero que siguen siendo responsabilidad de papá y mamá.